
Un atlas de signos componibles según múltiples combinaciones.
Mediante la incorporación de elementos que evocan la arquitectura modernista italiana y el estudio de la armonía especial de las particiones de cemento a la vista que distinguen a algunas soluciones de composición de esa época creativa, el diseño de «Matrice» ha llevado a la reinvención de una serie de acabados aplicables al material del gres porcelánico, dando la posibilidad de lograr combinaciones originales y siempre diferentes de las distintas cerámicas que forman la colección, para realizar ambientes residenciales caracterizados por una gran intensidad y personalidad.
ANGELA RUI: “Matrice. Tema y variaciones de texturas y superficies”
Para comprender la profundidad del proyecto que Barbara Brondi y Marco Rainò han desarrollado para Cedit es necesario y resulta aclaratorio empezar por el título que lleva esta colección. El término Matrice (“matriz”), a diferencia de lo que instintivamente le llega a nuestra memoria y que tiene que ver con el molde utilizado para la reproducción de una manufactura, en realidad se remonta a orígenes muy lejanos, y se refiere a todo lo que constituye la base de algo. Su raíz proviene de Madre: la “Matrice” (matriz) de una cosa es su origen y causa. Esta dicotomía se expresa a varios niveles en el trabajo de los arquitectos que entran con pensamiento sofisticado en el mundo, que después transforman en proyecto. A partir del tema del revestimiento cerámico, que siempre ha pertenecido a la arquitectura pero aún más a la decoración de interiores, los autores se remontan al origen de la superficie y de su decoración en el ámbito que les corresponde: dirigen su mirada a los tiempos que denominábamos modernos, en los que la modernidad fue portadora de una brutalidad de grado cero, y para la cual el empleo del cemento a la vista se convertía en declaración de una aptitud para la vida carente de cortocircuitos de manera.
El cemento nace como materia líquida, que hay que plasmar, y que, por tanto, puede absorber y retener todo tipo de signo dado por el material y por la forma utilizados para plasmarlo. Arquitectos a caballo entre el racionalismo y el brutalismo utilizaron el aspecto tosco del cemento asociado a un último, elegante, antropizado signo de decoración inducido sobre el material, convirtiendo de este modo en superfluo el concepto de revestimiento por haber sido colmado, en su significado más antiguo de decoración y menos de función, por el proyecto del ritmo gráfico inducido mediante el molde. Existen varios motivos, pues, por los que se ve que los autores, con esta colección, se ocupan una vez más de arquitectura. En primer lugar la remisión a una esencialidad típica de BRH+ los lleva a poner a cero el código de arranque. Por consiguiente, a pesar de que se trata de una colección de revestimiento para interiores, exteriores, pavimentos y paredes ventiladas, una prolongada tarea ha sido la de elaborar la desestructuración de la idea misma de revestimiento cerámico. Lamentablemente, la construcción contemporánea no permite, hoy día, el radicalismo de antaño; por ello, el “vestido” pensado para el edificio en realidad “desnuda” el espacio confiriendo nuevamente, a través de la materia —que es fielmente interpretada (y destonificada) considerando un abanico de diversos tipos—, sosiego visual y rigor fundamental.
Propia de la arquitectura es asimismo la atención que se presta a la escala: Matrice se articula en módulos de medida arquitectónica y tamaños diferentes gracias a la elaboración de las “placas grandes”, lo cual ayuda a no percibir ópticamente la pauta espacial dada por la parrilla. Gracias a este reset visual, se perciben las geografías que emergen de superficies cementosas, grises y densas, decoradas como antaño tanto por los tipos de elaboración como por los agentes atmosféricos durante su secado. Entre los varios tipos, atlas de signos sutiles que vibran sobre las superficies, las placas se articulan entre acabados que transmiten la sugestión visual del hormigón —donde emergen mayormente las acumulaciones del cemento—, del encofrado —que interpreta la impresión del molde positivo de madera—, del estructurado —fiel al enlucido cementoso basto—, del rayado y del estriado —donde la trama recuerda algunos motivos lineales de elaboración superficial—, para después llegar a la versión lisa, es decir, la base, sobre la que Matrice ejerce aquella dicotomía inicial. Así es, sobre estas superficies Brondi y Rainò han imaginado una ulterior reverberación proyectiva, un código figurativo que niega el concepto de parrilla, siempre vinculado al de módulo: a través de un vocabulario de signos gráficos grabados sobre las placas con una profundidad de 3 mm, la misma medida de separación que se establece en la colocación entre uno y otro módulo, generan una estructura constituida por conjuntos infinitos de expresiones posibles.
Igual que en el bordado, donde nos movemos a través de parrillas de puntos y repeticiones geométricas, y donde cada punto es ortogonal con respecto a otro en la construcción de figuras y decoraciones. Del bordado se toma asimismo la idea de contraponer una cierta “suavidad”, de sustraer rigidez a superficies deliberadamente sordas. También se inspiran en el bordado la sugestión de tramas que se pueden tejer de manera infinita, como ocurre en el ámbito textil, y una escala que, a diferencia de la superficie sobre la que trabaja, se imagina como suspendida, ligera. No lo dicen, pero los BRH+ son grandes entendidos de música, incluida la electrónica, y a mí me parece que esta maraña organizada de signos infinitos —que no se puede reconocer sin una visión de conjunto— asemeja a las representaciones de los sonidos sintéticos. Sonidos que son compuestos por las máquinas, es decir, que “se tejen” seleccionando muestras y superponiendo fonías de la más improbable abstracción, y que después, una vez reunidos, se convierten en jingles pegadizos que no se van de la mente. Por esto quizás me interesa ese espacio que se dilata entre aquella película entonada y su fondo sordo y húmedo. En esa suspensión la mirada vaga en paz. Así pues superficies diversas, formatos diversos, signos diversos. Pero un solo color (¡en efecto!), para evitar la cacofonía no solo de signos sino también de posible lectura: se mantienen fieles a su radicalismo (y generosos) los autores, que como buenos coordinadores que son, dejan a los actores (proyectistas y soladores) su libre y personal interpretación. Aquel color y su Matrice (matriz) producirán figuras en sus manos, sobre superficies que otros habitarán. Aquel noble llenado y su factura quedan en manos del gesto humano de quien probablemente no leerá estas escasas líneas, sino que estará en la obra, escuchando la radio con una cadena estéreo, concentrado en la colocación de estos elementos. Lo cual significa que un proyecto radical como este, que se nos antoja silencioso, en realidad tiene consecuencias y reflejos en el mundo concreto que vivimos. Matrice no tiene una forma propia, más allá de la que en cada ocasión conciben y le dan nuevos artífices. Y ese gesto, tan estandarizado por la forma homologada por la producción y la eficacia del oficio, aquí es origen y causa de cambio e introduce la variable de la libre elección e interpretación, en esa obra polvorienta que la música (y la cal) difunde.